sábado, 17 de febrero de 2024

Sobre el "se iban a morir igual", de Isabel Ayuso

 


Hace un par de semanas estuve en una jornada dedicada al fenómeno de los bebés robados, coordinada por el Observatorio de la Desaparición Forzada de Menores, con Neus Roig Pruñonosa y la Biblioteca del Campo Freudiano, de Tarragona.

Entre otras cosas, y escuchando algunos testimonios, me llamó la atención el desprecio con que la judicatura, y otras instancias del Estado, trataban a las víctimas.

Ese desprecio no está sólo en las sentencias (es sabido que todos los casos son sistemáticamente sobreseídos: bien por falta de pruebas -la destrucción de archivos y el tiempo cobran su parte-, bien por prescripción del delito, puesto que no son reconocidos, como deberían serlo, como crímenes de lesa humanidad), sino en cómo son tratadas. Por ejemplo, a una mujer que busca a dos hermanos desaparecidos, le dijeron, en el juicio, en los medios de comunicación, que qué más les daba, si total ya eran muchos hermanos. Debería hacer memoria, no acaba ahí, es todo un muestrario del desprecio.

Me dio que pensar que eso determinaba, en no poco, nuestro inconsciente social. Esa culpa, en los opresores, se convierte en una obscena impunidad, que actúa de forma recurrente, como con los ancianos pobres que Ayuso deja morir, porque "iban a morir igual", y en el desprecio mostrado en el trato a las víctimas.

Y, por el otro lado, en los oprimidos (no así en las víctimas del robo de bebés, que no cesan en su lucha), una cierta sumisión, una falta de contestación, que proviene, por un lado de la culpabilidad (cuando el otro agrede, resumiendo mucho, se busca la causa en uno mismo), y por otro, en la recurrente impunidad, que vicia cualquier posibilidad de esclarecimiento, y que acaba conduciendo a una cierta indefensión aprendida.

En definitiva, me parece necesario ahondar en nuestro pasado, para restituir a las víctimas, para evaluar las injusticias, y evitar que estas continúen produciéndose tan alegremente. 

 José Icaria