Inverso Robinson - José
Icaria
David Marín Rivera - reseña aparecida en el número 2 de la revista Agràcia (Ateneu Llibertari de Gràcia)
Inverso Robinson
nos invita a inmiscuirnos en la experiencia de habitar una
civilización absurda, que se transforma en una broma de sí misma.
El dialogo entre lo interno y lo externo se presenta de diversas
maneras y lenguajes, con una ficción irónica, que sugiere y
reprocha, que aparece como el caminante que es testigo como las cosas
se repiten hasta el ridículo. Un viaje con distintas perspectivas de
enfoque, de lo cotidiano a la insurrección, de la alienación al
homenaje. El libro nos otorga una mirada que busca lo completo, pero
no por avaricia, sino que, dentro de lo fragmentario, la imagen de un
todo adquiere sentido. La descripción es más que su mensaje, lo que
se deduce entre líneas, se entrelaza, en estas islas de imágenes,
una tras otra.
Los pequeños dolores
acribillan su cuerpo
Bajo el fuego racheado de
los años,
Mientras el cáncer avanza,
Devorando a los viejos,
devorando a los jóvenes,
Que yacen tras las puertas
de esa escalera
Por la que el hombre, a
veces sube,
A veces baja, mientras
silba
Elementos como el mar, la
noche, las islas, la desesperación, aparecen recurrentemente en los
poemas, sin premeditación alguna, como parte del paisaje, giran en
torno a impresiones y manifestaciones de lo cotidiano. El ojo no
contempla, sino que se apropia de lo que se aparece, desarma esa
realidad hasta el cansancio. Si bien, en lo interno puede ser
desesperante, en lo externo es un cuchillo sin atajos ni excusas.
Los dignos avanzan, firmes
en la nieve
Nos proclama una metáfora,
como una afirmación de que aún existen aquellxs que perduran en su
caminata, en su búsqueda, como pequeñxs Robinson, resistiendo en la
isla, y aquello también es vida. En la isla desoladora de la era
capitalista, ni la nieve es nieve ni todo lo que se muestra es lo que
dice ser, el poeta en este caso, es una voz que señala las líneas
trazadas. El capitalismo no nos permite disfrutar la belleza, sobre
todo la de la naturaleza, aparece como un ente molesto, un virus que
transforma en niebla la realidad, y cuando logra esfumarse, las cosas
no están nada de bien, la naturaleza, así como el espíritu de la
voz, están tristes, al borde del colapso.
Un libro dividido en dos
partes, dos caras de la misma moneda, una donde el caminante, el
náufrago Robinson, se refugia en la poesía, en la camaradería, en
medio del humo que contamina nuestras relaciones, la anarquía y sus
anhelos, se transforma en la posibilidad de poesía:
Y, a veces, cuando hay
suerte, comparto loa cerveza (el cava de los pobres)
Con otros robinsones,
eternamente Viernes,
Y, ebrios de vida y de
poesía. Convertidos
En murciélagos,
sobrevolamos la ciudad,
Y hacemos el amor en sus
balcones,
Y llenamos de versos las
paredes, y de circuladas a es de Anarquía.
En la segunda parte, tales
islas se manifiestan limitadas, ya que hasta dentro de nosotrxs
mismxs, también jugamos a la falsa comunidad que nos dictaminan:
Cada mañana despertamos,
Milagrosamente vivos
En el naufragio, y no
necesitamos
Mirar por la ventana para
saber
Que otra vez es el día de
la marmota
Reflexiones profundas,
Robinson cambia de ambiente, se adentra a sus motivaciones
interiores, a un viaje más difuso, menos expresivo, uno que se
asemeja a una añoranza, que sitúa a la voz en un lugar donde debe
tomar una decisión, porque nada es al azar, ni el absurdo es tan
absurdo, ni el mundo es una quimera.
Se acumulan los errores en
recónditos
Rincones de nuestra intima
geología
Y también se expresa el
hambre del cuerpo, el de la libido, el refugio instantáneo de la
carne, que se manifiesta en el paisaje de lo cotidiano, entre un
instante y otro, como un rito de lo vivo; y el anhelo de la poesía,
en su hondura, de lo que significa, como una aliada, como un animal
escurridizo, como una voz solitaria donde se van apagando las luces
una a una. Lo cotidiano es el precepto fundamental para adentrarnos
en un libro que puede leerse desde cualquier parte, cada una es una
isla, cada palabra una por sí misma; sin embargo, existen los
archipiélagos, las complicidades, lxs afines. La expresividad es
cíclica, late como cada una de las evocaciones de imágenes. Y
aunque entre el ruido y el silencio haya un gesto temporal, vale la
pena seguir el recorrido, el anhelo de libertad, y su hermosa y
fracasada épica.
Eternamente apátridas
Bogaremos en el río,
siempre
Igual, siempre distinto. Y,
como Ícaro,
Volaremos hacia la luz,
En un espacio cuajado de
ceniza
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