Creo que mi ideal de recital poético sería el llevado a cabo por un/a poeta autista, perfectamente inexpresivo; que riera cuando tocara llorar, o al revés; que pusiera cara de psicópata mientras recitara versos de amor, o que mirara con expresión amorosa al tiempo que leyera versos de inspiración lautremontiana.
Entre tanto, el público congregado (que habría sido seleccionado entre personas que desconocieran la lengua del/ la poeta), celebrarían un baño de espuma.
Al término del recital, descubrirían que el suelo había estado cubierto de vísceras y de sangre (recogida en la matanza del cerdo de algún pueblo cercano, p. e.)
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