Cuando terminé los calendarios de haikus, sabía que no se venderían
demasiado. Estaba perfectamente satisfecho con el resultado, disfruté
haciéndolos. creo que capturé -siquiera fugazmente- algunas esencias.
Conjugué dos pasiones: la poesía y la fotografía. Había cubierto una
etapa más. Algunos calendarios salieron con las fases lunares cambiadas,
especial para coleccionistas. Los puse en internet y en un par de
librerías y me fui, con mi compañera, unos días a Olot, esa tierra
ancestral por la que manan ríos de lava, en cuyos hayedos cruza,
traslúcido, el jinete de Magritte. Y una tierna sonrisa de Buda encendía
mi rostro al comprobar, por la tarde, las escasas ventas. Eso sí, la
página se llenó de "me gusta", y quizá alguien replicará, el año que
viene, mi idea y tendrá probablemente éxito. Como yo lo he tenido,
bailando, como Zorba el Griego, mi maravilloso fracaso.
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