jueves, 6 de diciembre de 2018

El entierro de Suárez

























El entierro de Suárez

No hay poder capaz de fundar el orden por la sola represión
de los cuerpos por los cuerpos. Son necesarias fuerzas ficticias.

Paul Valéry

Al entierro de Suárez,
en pleno acudió,
compungida y sin boato,
la modélica Transición.

Los cadáveres en las fosas
insistían, por favor,
no remuevan el pasado,
eso ya se nos pasó:
la vida es con frecuencia dura,
la bala apenas nos dolió.

Y en el Valle, los Caídos,
como muestra de amistad,
celebraron un partido
la víspera de Navidad.

Los abogados de Atocha,
el conserje de El Papus,
los obreros de Vitoria
y los de la Sala Scala
fueron largamente ovacionados
por la Asociación de Víctimas del Terrorismo,
mientras la propia presidenta, conteniendo la emoción,
los condecoraba.

Una división acorazada de elefantes,
por Valencia, a altas horas desfiló,
como muestra de conduelo
de la Casa de Borbón.

Catalunya enardecida
también participó
con un 3 de 9 amb folre
de los Puig y los Pujol.

En traje de baño de pana
Felipe González arribó;
le hacía de contramaestre,
Alfonso Guerra, en el Azor.

Mientras tanto en la bodega
un motín se sofocó:
un nutrido grupo de intelectuales
sí, dijeron a la OTAN, donde antes fue que no.

La Guerra Civil miraba, desde afuera,
bajo un manto de silencio;
evitaba su mirada lo política
y culturalmente correcto.

Fumando, Santiago Carrillo esperaba
a los Pactos de la Moncloa,
que, tomados de la mano del consenso y la cohesión,
llegaban, con paso lento, justamente ahora.

De la Constitución, los Padres, seguían buscando un vientre de alquiler;
Gutiérrez Mellado y Tejero, pegados, bailaban un tango;
había café para todos: invitaba Mario Conde,
mientras Torrebruno a la Carrá, no paraba de meterle mano.

Cerraban por fin el cortejo
los cuartos de las doce campanadas
y los de los sucesivos mundiales,
el doceavo gol a Malta,
una teta de Susana Estrada
y otra, muy deteriorada,
de Ana Obregón.

Celebróse, por último, la misa:
el monarca, en su discurso,
apenas si se atropelló:

«Mi querido amigo Adolfo,
epítome de la Transición,
en ti el olvido en alzheimer,
por todos nosotros se somatizó...

»Todo estaba atado y bien atado,
pero todo lo cambiamos para que no cambiara nada:
relegamos la historia a la política, la política al mercado.
Y, mientras tú vuelves al polvo,
nosotros, ahora y aquí, reflexionamos:
de aquellos polvos, mi querido Adolfo, estos lodos...»


La esperanza ha nacido muerta. El luctuoso título no pretende sumirnos en la desesperanza, constata simplemente su imposibilidad en un mundo basado en los actuales parámetros políticos y económicos. Por debajo de todos los fenómenos aparentes, sólo el avance imparable del neoliberalismo permanece como real y constante.
   Los poemas de este libro confirman las sucesivas derrotas en los distintos frentes, pero también suponen un canto al inconformismo y la desobediencia, y, por último, celebran el triunfo de la invicta poesía: una flor extraña que vive ajena a la lógica del darwinismo social (y a las amigables tendencias, dentro de la propia poesía), un objeto sin objeto, como todo lo que de verdad importa, en un espacio cada vez más constreñido al pragmatismo.
   La esperanza ha nacido muerta constituye, en primer lugar, una reflexión sobre este cul de sac al que nos ha conducido el neoliberalismo; y, en segundo lugar, una invitación a pensar las formas (no aparentes) posibles de escapar de él.
Estos poemas –en palabras del propio José Icaria– suponen también un agradecimiento a todas las personas solidarias que han aparecido en el camino, y van de vuelta, en compensación por todo lo aprendido de ellas y de los diferentes colectivos."

Listado de librerías donde puede obtenerse el libro: https://descontrol.cat/on-pots-trobar-els-nostre-llibres/






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