viernes, 25 de agosto de 2017

Desmadre en el instituto




A continuación voy a contar una anécdota de cuando iba a Cou. Tenía una profesora de historia progre que se estaba pasando sin tapujos a la vida burguesa. Vete a Nicaragua, me decía, allí aún es posible... Aquella mañana (¿recordáis aquellas mañanas luminiscentes en que vivíamos a la altura de nuestras salvajes posibilidades?) estudiábamos la plusvalía. Es decir, nos preguntaba la lección.

     Yo sabía que eso le dolía, así que interrumpía las respuestas de mis compañeros de clase y, mirándola fijamente respondía: pues es directamente proporcional al volumen de calorías que nuestro cuerpo desaloja (si el compañero/a era muy delgado); pues resulta equivalente a las dificultades que tenemos para conseguir un casco de nuestra talla en la tienda (si era un poco cabezón/a); pues, un soneto de Quevedo nos ayudaría a encontrar la respuesta (si era una persona nariguda)...

     Entonces, le preguntó a una chica -en fin, siendo fríamente descriptivo- con un pecho voluminoso. Pues, comencé a decir. ¡Fuera de clase!, dijo tajante la profesora. Pero señu, si iba a hacer alusión a sus grandes ojos... ¡Fuera!, zanjó. Y yo en realidad se lo agradecí, porque una respuesta ligeramente sexista hubiera truncado para siempre mi prometedora carrera política.

@joseicaria


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