jueves, 5 de marzo de 2020

Floración de los cerezos y pedagogía


Contemplo hoy, mientras paseo, la incipiente floración de los cerezos (ya apreciable en un buen número de ellos, mientras que hace una semana apenas descollaba alguno, y me vienen al recuerdo los días de infancia, en el colegio, cuando, tras la hora de gimnasia, nos duchábamos juntos chicos y chicas, y la pubertad llegaba gradualmente a nuestros cuerpos, como la primavera a los campos: recuerdo los pequeños pechos, que apuntaban primero, como los brotes en los árboles.

     Viví buena parte de la EGB en una escuela cooperativa donde además de esa aberración que he contado al principio (una aberración que nos aseguró un tránsito fluido a la pubertad y, me atrevería a decir, una relación sana con todo lo sexual), compartíamos todo el material escolar, y discutíamos en asamblea buena parte de las cosas que afectaban a la convivencia o a nuestra educación.

     Muchos de aquellos profesores eran excepcionales, y muy rojos algunos, de esos que dedicaban parte de la clase a contar sus experiencias vitales, el terror que el fascismo había infligido en la vida de las personas, el hambre, la represión ideológica, y los versos que una vez escribió un poeta en su celda, antes de morir:

     Adiós, hermanos, camaradas y amigos.
     Despedidme del sol y de los trigos.

     Y qué queréis que os diga, mi experiencia es que no necesitamos menos, sino más libertad en la educación, desarrollo de la creatividad, comunicación, avivar el sentido crítico... Pero yo no soy un experto, sino alguien que agradece lo que recibió...



José Icaria 


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