Los que han tenido experiencias cercanas a la muerte, ahora describen que, después de la luz, ven unas letras: "El móvil se está reiniciando. Espere mientras se descargan las actualizaciones..."
— Señor Dios, perdone que le moleste, sabemos que está muy ocupado gestionando el universo, de cuya composición solo conocemos el cinco por ciento, y está bien, nos gusta ese misterio.
— Qué se le ofrece, directora.
— Verá, ha ocurrido algo terrible, no sé cómo decírselo.
— Ya lo sé, puesto que lo sé todo. Pero predica con el ejemplo, y esfuérzate un poco, como así exiges a tus educandos.
— Señor Dios, no sé cómo ha podido ocurrir, nuestros protocolos funcionan, los profesores hacían correctamente guardia en el patio.
— ¡Habéis matado a mi hijoooooo!
— Señor Dios, perdone pero, con todo el respeto, el lenguaje es importante, aunque su hijo ha muerto, tratamos de establecer qué ha ocurrido, y todo apunta a un desafortunado accidente. Sólo estaban jugando a crucifixiones...
— ¡Y una mierda! ¡Ha estado sufriendo bullyng durante años, y a pesar de mis quejas, no habéis hecho nada!
— Señor Dios, su hijo también había formado una banda, muy temida en el instituto, conocida como "Los Apóstoles", llevaban peces tatuados en la cara...
— ¡Estúpida directora, era una banda de grunge!
— ¿Grunge, eso qué es, traficaban también con drogas?
— La banda de los Romanos sí que era peligrosa, estaba financiada por el Opus, y manejaban bates de beisbol y armas blancas.
— Señor Dios, no es posible, tenemos informadores, nuestros protocolos funcionan. Quizá padecían un cierto TDAH, pero de ahí a considerarlos como miembros de una banda armada...
— Insensatos, intenté coloborar con vosotros, permitiendo que mi hijo realizara el milagro del metilfenidato y la risperidona. Ahora veo que estaba completamente equivocado...
— Pero, señor Dios, los trastornos mentales se multiplican entre la población escolar...
— Sólo intentan adaptarse a esa locura que estáis construyendo.
— ¿Qué? Oiga, precisamente tenemos un departamento de psicología. ¿Cómo puede hablar de locura?
— Cretinos, en ese cielo que pretendéis montar, solo hay infierno...
— Mire, no pretendo ofenderlo, pero los tiempos del autoritarismo ya han quedado atrás.
— Yo en eso no me meto. Para eso os di el libre albedrío. Si queréis cambiar a Orwell por Huxley, estáis en vuestro derecho.
Pero habéis matado a mi hijo, y eso sí que no os lo perdono. Ahora mismo voy a introducir un par de variables para acelerar el cambio climático. Moriréis abrasados...
— Señor Dios, comprendo que ahora esté afectado, pero... ¿Señor Dios? ¿Señor Dios?
>>Ha colgado...
José Icaria
Oh, ¿cuánto tiempo durará aún
el verdor de las hojas
en las ramas otoñales?
Quisiera tomar una copa de licor
con Bonnie Raitt, sus rojos cabellos,
y que fuera otra vez, sólo por una noche, 1989
José Icaria
El sábado pasado se llevó a cabo la presentación del último número de la revista Agràcia, en el Ateneu Llibertari de Gràcia. Un número especialmente repleto de estimulantes contenidos, que no debe faltar en la barricada de lecturas ya habitual en vuestra mesita de noche.
Contó además con la actuación de El Cantautor Mazonbie, que presentó sus primeros tres hits: Qué hacías el día de la inundación, Apocalipsis Zombie y Mi barrio está lleno de impriendedores. El cantautor, que bromeó proponiendo a los espectadores que dejaran que se comiera sus cerebros, ya que, gracias a la IA ya no los necesitaban, sólo les comió un poco el coco, durante un rato.
La banalidad del poder en los tiempos del poscapitalismo. Recortes en emergencias, cambio climático desbocado y un presidente, del pp de la comunidad valenciana, aficionado a la canción melódica y, como mínimo, a las largas sobremesas, que no consigue explicar dónde pasó las largas horas en que la tormenta se desataba y anegaba la zona de Valencia comprendida entre el nuevo cauce del Turia y el Barranco del Poyo.
La absoluta falta de medidas produjo un elevado número de víctimas, la mayoría de las cuales, podían haber sido evitadas.
Sin embargo, no parece que esa terrible situación le quite el sueño al presidente del karaoke. "Yo les comprendo", dice, a los que lo increpan, "pero ahora, toca ponerse a trabajar". Y todos sabemos lo que eso significa, cuando se pone una morterada en manos de esta mafia y, entre los contratistas, empiezan a aflorar implicados de la Gurtel.
Entre tanto, el tiempo pasa, y es lo único que importa, concluir la legislatura para tener un sueldo vitalicio.
La banalidad del poder, en los tiempos del poscapitalismo. Infantilismo, ausencia de cualquier sentido de la responsabilidad, manipulación mediática, oportunismo político, desaparición de la moral... Una gestión que incurre de lleno en lo que ha de calificarse como negligencia criminal, con cientos de víctimas y desaparecidos. Personas que veían pasar el tiempo, sin ser asistidas.
El Cantautor Mazonbie habla un poco de todo eso, en una canción (un plagio, en lo musical, del Where did you sleep last night, del legendario Leadbelly) que es también un grito, un llanto, una expresión de rabiosa extrañeza, ante esa banalidad del poder, en los tiempos del poscapitalismo. La muerte, el dinero, la constante manipulación mediática, el oportunismo político, la proliferación de los zombies de internet, el desprecio a los pobres, la desaparición de la moral. La desaparición de todo lo físico, en aras del dinero; una humanidad desgajada del semejante que se sume, en la ineludible lógica de la adicción, en la implosión del individuo "autosuficiente", auspiciada por el discurso neoliberal, confundido ya, con el fascismo.
No saldrá gratis
la impasibilidad
frente al genocidio. La irresponsabilidad,
en la protección del clima.
El desprecio por la vida,
el lodazal de la mentira.
Pagaremos,
primero con la dignidad,
después, con la cordura.
Y,por último,con la vida. José Icaria |
Han mentido. Esa es la verdad.
Igual que mintieron con Alka-Eta
para salvar las elecciones.
Igual que mintieron con el Covid
para deshacerse de los ancianos.
Han mentido. Esa es la verdad,
ocultando la gravedad de la DANA
para salvar el puente al lobby del turismo,
mientras que la corriente se llevaba
caravanas de vehículos,
anegando párkings, subterráneos
con trabajadores dentro,
que total, iban a morir igual.
Han mentido, esa es la verdad.
¿Y cuánto tiempo más seguirán
empantanados, con ese sobrelodo
de políticos y reyes y fachas
y medios haciéndose fotos?
Llegará luego la hora de repartir
los beneficios: petróleo, cables
de cobre, mascarillas, terrenos
urbanizados con peligro de aluviones,
y comprobaremos, una vez más,
el éxito de la gestión, convertidos
en aciertos, los errores.
Han mentido, esa es la verdad.
José Icaria
Hace un par de semanas estuve en una jornada dedicada al fenómeno de los bebés robados, coordinada por el Observatorio de la Desaparición Forzada de Menores, con Neus Roig Pruñonosa y la Biblioteca del Campo Freudiano, de Tarragona.
Entre otras cosas, y escuchando algunos testimonios, me llamó la atención el desprecio con que la judicatura, y otras instancias del Estado, trataban a las víctimas.
Ese desprecio no está sólo en las sentencias (es sabido que todos los casos son sistemáticamente sobreseídos: bien por falta de pruebas -la destrucción de archivos y el tiempo cobran su parte-, bien por prescripción del delito, puesto que no son reconocidos, como deberían serlo, como crímenes de lesa humanidad), sino en cómo son tratadas. Por ejemplo, a una mujer que busca a dos hermanos desaparecidos, le dijeron, en el juicio, en los medios de comunicación, que qué más les daba, si total ya eran muchos hermanos. Debería hacer memoria, no acaba ahí, es todo un muestrario del desprecio.
Me dio que pensar que eso determinaba, en no poco, nuestro inconsciente social. Esa culpa, en los opresores, se convierte en una obscena impunidad, que actúa de forma recurrente, como con los ancianos pobres que Ayuso deja morir, porque "iban a morir igual", y en el desprecio mostrado en el trato a las víctimas.
Y, por el otro lado, en los oprimidos (no así en las víctimas del robo de bebés, que no cesan en su lucha), una cierta sumisión, una falta de contestación, que proviene, por un lado de la culpabilidad (cuando el otro agrede, resumiendo mucho, se busca la causa en uno mismo), y por otro, en la recurrente impunidad, que vicia cualquier posibilidad de esclarecimiento, y que acaba conduciendo a una cierta indefensión aprendida.
En definitiva, me parece necesario ahondar en nuestro pasado, para restituir a las víctimas, para evaluar las injusticias, y evitar que estas continúen produciéndose tan alegremente.
José Icaria