Oh tú, cielo y sol de mis días, que todo lo iluminas con tu voz, y tu sonrisa: tu sola presencia justifica -como Beatriz, para Dante- el descenso a este mundo, atribulado e injusto, mezquino y soez, pero, afortunadamente, no exento de luz y de belleza. Amo tu cabecita, frugal caleidoscopio de ideas, y de palabras, de risas, y de lágrimas, tus ojos bellos y verdaderos, tu carita de luna, y el hueco de tu cuerpo entre mis brazos. Te quiero, y más allá del mundo y la materia, mientras de mí persista un átomo o un recuerdo, te seguiré queriendo. josé icaria | Imagen del Lago Mono, en California. HENRY BORTMAN. (Tal vez no estemos solos en el universo...) |
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