lunes, 11 de agosto de 2014

El testigo y el camino



Se extingue, al fin, la generación del baby boom, la generación de nuestros padres. No hubo demasiadas abdicaciones: fueron tardías o no se produjeron. Pero ahora, el testigo yace en el suelo, y no hay más remedio que empuñarlo. Continuar la trayectoria puede parecer tentador; pero, resulta innegable, la fiesta ha terminado y el panorama se muestra desolador. ¿Estamos preparados? No nos enseñaron a ser responsables. El camino de la virtud, reiteradamente invocado por los clásicos, se encuentra ahora cubierto de maleza y hojarasca. Y sin embargo, el tiempo apremia: la desertización avanza, como también el hambre y la guerra, la pobreza y la desigualdad, el analfabetismo y la desinformación, el fraude y la corrupción, la enfermedad, la falta de protección, el miedo, el auge imparable de los psicópatas.
    Empuñemos el testigo. Recuperemos la virtus. Seamos personas. 
    El paradigma de mercado no se corresponde con la vida. Es sólo otra metafísica y, como cualquiera de ellas, no se ajusta a la verdad y resulta un exceso intolerable y dañino.
    Abandonémoslo sin más y apostemos por la vida; por el respeto a la naturaleza y a las personas. Seamos responsables: usemos los recursos para paliar las necesidades, de forma sostenible, y no para incrementar avariciosamente los beneficios, las desigualdades.
    Dejemos de ser tan complacientes. La vida de las personas y de los ecosistemas depende de todas y cada una de nosotras.
    Si asumimos la responsabilidad, podremos exigir, también, el poder. Poder para ser libres: especialmente del ego y las cosas materiales, de todo aquello que nos esclavizó durante siglos.
    Podríamos resurgir de las cenizas o, lamentablemente, ser sólo esas cenizas.
    Hay infinidad de caminos, he señalado tan sólo el más fácil y otro más complicado. Pero, como dijo Machado, el camino “se hace al andar”.

José Icaria

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