Estabas viendo el programa de fin
de año del tipo ese de los cruz y raya (sí, ese que a veces hace genialidades, como
lo de “si lo que quieren es que la juventud piense, lo están consiguiendo”,
pero también chorradas inofensivas, como la mayoría de sus imitaciones de
famosos, en fin, …como la vida misma, que diría tu cuñado), junto a una
delegación de la familia de tu mujer, en casa de tus suegros, cuando de
repente, has dejado de prestar atención a los gemelos psicópatas de tu cuñada,
al imbécil de su marido, que luce unas ojeras increíbles y hace un rato lo
oíste cuchichear con su hermano: “puede que tengamos problemas, hay que estar
preparados para lo peor”, a las tetas de silicona de la nueva novia del mayor
de tus sobrinos (“¿serán de las que no tienen garantía?”, te preguntas mientras
imaginas un comienzo de año explosivo, con la detonación de uno de sus pechos
en la doceava campanada: Afrodita A, ¡fuego de pecho!, pero desvías la mirada a
tiempo de evitar su gesto de disgusto), al capullo ese con el que está saliendo
otra de tus cuñadas: casi preferías al anterior, y eso que trabajaba en una
inmobiliaria, pero ¿a qué coño se dedicará este? Se hace el simpático, pero se
nota a la legua que carece de inteligencia tanto como de sensibilidad: ¿será
policía, o simplemente portero de discoteca? Habrá que mantener las distancias.
Y estabas pensando en fingir un ataque de apendicitis cuando de repente, algo
que ocurría en la pantalla ha atraído poderosamente tu atención.
No era un gag más del cruzyrayo, ciertos detalles te parecieron particularmente
familiares: tras lo que parecía ser una cámara subjetiva, entrabas en una
especie de colmado, o quiosco, o tienda de chuches, y aprovechando un descuido
del anciano dependiente, dejabas unos mecheros (¿mecheros?) en el dintel de la
ventana, pero cuando salías de la tienda y dabas la vuelta a la esquina para
recoger el objeto del hurto, una anciana que había dejado las agujas y el punto
sobre una silla de enea, te miraba un momento mientras guardaba los mecheros en
el bolsillo de su bata: “desde luego, qué poca vergüenza, robar a unos ancianos”,
y pasabas compungido junto a ella, mirando innecesariamente el reloj para
disimular… Luego, apedreabas unos vehículos creyendo que eran los de tus
profesores de egb, y al cabo de un rato, te cruzabas con unas personas muy
amables que te preguntaban si habías visto a alguien, o si podías imaginar el
motivo, eran nuevas por aquí, y respondías que no tenías ni idea, y que también
estabas de paso… Y por último, veías alejarse el camión de la basura, y uno de
los basureros que iban agarrados a la parte trasera, llevaba una minifalda sin
nada debajo y se le veía parte del escroto, y no pensabas en la ironía de la
perspectiva pornográfica, sino que a tu mente venía una frase: “ha llegado el
momento de echarle cojones”, y entonces escupías un trozo de mazapán sobre la
mesa:
- ¡Coño!, pero… ¿qué es lo que pasa? ¡He
soñado eso esta semana! -y una rápida ojeada te muestra a toda la familia
congelada, como si su miembros asistieran a la última cena, o posaran en el
museo de cera.- Pero… ¡¿qué cojones?!
Pero ya aparecen las imágenes -distribuidas
por wikileaks- de militares disparando a civiles desde un helicóptero Apache en
Irak; de Bin Laden y Gadafi muertos; de restos humanos en una mezquita suní de
Bagdad como consecuencia de un atentado suicida; de campos de cultivo de opio
en Afganistán; de yuppies de Wall Street esnifando cocaína en la suntuosa habitación
de un prostíbulo de lujo con prostituta vestida de policía al fondo; de reuniones
de consejos de administración celebrando los beneficios y a continuación, decidiendo
la cifra de empleados que despedirían; del vendedor de fruta Mohamed Bouaziziz,
rociándose con cinco litros de gasolina y prendiéndose fuego después de que la
policía le decomisara su mercancía y lo golpeara; del ejército abriendo fuego
sobre la población civil en Siria, Egipto, Libia, Yemen, Israel; de campamentos
de refugiados en el Sáhara, en Tinduf, en Senegal…; de niños con los buches
hinchados arrastrándose por el suelo mientras aguardan la muerte en un campo de
refugiados en Somalia; de líderes europeos y norteamericanos vendiendo sucesivamente
armas a las dos partes del conflicto libio; de especuladores masturbándose con
vídeos pornográficos al tiempo que consultan sus ganancias en bolsa; de
políticos que hablan de recortes mientras se suben el sueldo, o perciben dietas
vitalicias al tiempo que desempeñan cargos altamente remunerados en empresas
que privatizaron, o que perciben sueldos de una cantidad imposible de empleos;
o de banqueros de dientes afilados que se lucraron con la burbuja inmobiliaria
y ahora amenazan el llamado Estado de Bienestar con tal de seguir acumulando
beneficios; de policías aporreando a
manifestantes del 15 M: “¡más madera!, en cuanto los pongan un "poco finos"
se les termina la tontería, si no, al tiempo”, leemos en un foro de internet…
La mayoría de los comensales ha vuelto
lentamente a la langosta y a la jarra de vino turbio, pero permanece expectante
ante el inusitado baño de realidad sin pre-aviso televisivo. “¿Qué ha sido eso?”,
ha dicho -con apenas un hilo de voz- la cuñadita que menos come (de hecho,
la anorexia la tiene contra las cuerdas, y dudas de que el año siguiente se
mantenga aún con vida). “Esto es despreciable”, dice su hermana, que tiene,
en cambio, una cierta propensión a la obesidad: “en estas fechas hay que poner
cosas alegres”. “Sí, ¿por qué no cambias de cadena?”, dice la madre, una
anciana que ha sido muy guapa de joven, y ahora suple los estragos de la
edad con el brillo de una quincallería pesada y ostentosa. Los gemelos
psicópatas se han golpeado recíprocamente con un plato y una bandeja en la
cabeza y las costillas: uno de ellos se ha echado a llorar y el otro a reír;
el que llora te ha dado una patada en la espinilla al pasar junto a ti: “¡hijode…!”,
has reprimido in extremis.
- Pero, ¿por qué no cambia?
- Sí, eso, ¿qué coño pasa?
- No, es que todas las cadenas ponen lo
mismo.
- ¡Pues párala!
- ¡Ya lo intento, pero no se deja!
- ¡¿Cómo que no se deja?!
Y de repente, todo el mundo enmudeció –incluso
los gemelos psicópatas– nuevamente: en la pantalla aparecía, como si tal cosa,
el novio garrulo de tu cuñada, visto a
través de lo que parecía ser una cámara oculta. Se dedicaba a dar palizas a los
borrachos de última hora en las carpas de su localidad; tenía una esvástica
tatuada en el hombro, y consumía el dinero de su tarjeta en interminables
noches de puticlubs y afterhours. “Pero
¿qué…?” había empezado a decir tu cuñada; “bueno, yo me najo, familia, que tengo prisa…” El portazo apenas te había
distraído de la pantalla, donde ahora aparecían tus cuñados “emprendedores”:
defraudaban dinero a hacienda y, al parecer, un inspector que había descubierto
lo de los premios de la lotería los estaba chantajeando: “tienen que comprender,
con los recortes, apenas nos alcanza, y el niño, ha empezado ya la universidad…”
En cuanto a la anoréxica, no tardó en saberse el complot que había organizado
en la oficina para hacerle la vida imposible a una nueva: no sólo era más guapa
que ella, sino que, además, sabía inglés. “Vaya con la seca”, había soltado una
de las cuñadas. Que, precisamente fue la siguiente en aparecer en pantalla…
escondiendo grandes cantidades de dinero negro tras un agujero practicado
detrás de la leñera de la chimenea. Por lo que respecta a los suegros, pudimos
verlos contratando a unos macarras para que acosaran a la pobre Angustias, una
anciana que permanecía en un bloque de su propiedad, con un contrato de
alquiler de renta antigua… La Gemma, fingiendo un suicidio para llamar la
atención de su marido, que, de paso, se entendía con una vecina… Se supo,
incluso, que los gemelos habían sido inseminados con esperma de un estudiante
de veterinaria, puesto que el padre era estéril, como también lo era uno de los
primos del pueblo que había venido a visitaros: había sabido la noticia después
de comprar el monovolumen de rigor. Una cuestión de mala suerte…
- Pues, parece que el año que viene se
presenta difícil, ¿eh?
- ¡Vaya! –respondió tu cuñado (uno de los
emprendedores), aspirando el humo del pitillo mientras le dabas fuego de un
mechero muy parecido al de la primera escena. En la tele estaban dando ese maravilloso
anuncio de la Coca-Cola que suelta perlas como: “¿No es maravilloso que, pese a
la burbuja inmobiliaria, en Teruel regalen una casa a quienes se decidan a
regentar el bar del pueblo?”
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