Llegó como un precioso amanecer para terminar una larga noche de cautiverio
Martin Luther King
Yo
también tuve un sueño -todos soñamos y a veces, incluso
recordamos- y, sintiéndome negro, como me he sentido siempre (aquí
quiero tener un recuerdo para mi amigo J.A., defensor del movimiento
por el autoreconocimiento de la negritud íbera y el distanciamiento
definitivo respecto de los arios), me dispongo a contarlo ahora, un
día después de la efeméride: del 50 aniversario del discurso I
have a dream de Martín Luther
King que, entre otras cosas, impulsó el movimiento de
derechos civiles a favor de la comunidad negra en EEUU además de
convertirse en símbolo de la lucha por las libertades en todo el
mundo.
No
quiero hacer trampas: es un sueño que he tenido, de forma recurrente
desde mi más temprana edad, pero siempre con los ojos abiertos.
Viene acompañado de esa otra escena en que lxs actores, próximos y
distantes, se desprenden de la careta y confiesan que sí, que todo
era una pantomima (no un reallity show retransmitido a través de
múltiples cámaras de videovigilancia -lo cual también sería
posible, al menos, técnicamente, y, desde luego, en nombre, una vez
más, de la seguridad-). Pero a continuación, y aquí está el
meollo: la gente se sienta y permanece en silencio durante días y
noches. No se trata de una concentración en un lugar determinado,
sino en todos los lugares. De
todo el mundo. No
hablo del 15 M, de cadenas humanas o de cualquier otro simulacro que
evade la lucha realmente efectiva por sucedáneos tranquilizadores.
Hablo de una apuesta definitiva, que parte del convencimiento de que
formamos parte de un sistema insostenible y criminal, que ha ido
incrementando el grado de perversión hasta hacerse intolerable. Se
trata de una no-acción radical y definitiva: sin vuelta atrás.
Nadie colaborará más con la injusticia, con la inmoralidad, con el
crimen... con el capitalismo.
No
sé lo que pasará (ahí hay un hiato injustificable), pero ¿quién
puede conocer el futuro? Especialmente cuando se toma una bifurcación
inesperada. En fin, a los artistas nos encanta el caos, la
indeterminación, porque son precisamente el material de la
creatividad. Pero, ¿cómo convencer a los padres de familia, a todos
aquellos que, o bien lo han perdido todo, pero confían en un pronto
restablecimiento, aunque sea a costa de... lo que sea, a los que aún
tienen qué perder, y por ello,
prefieren seguir expectantes (que me quede como estoy), y
mucho menos, a los que todavía son clase media, aunque de repente,
mañana descubran, cuando acudan perplejos al inem, que son
trabajadores?
Pero
tras ese hiato, hay una mañana luminosa, como aquellas de mi
infancia, cuando, después de irse mi padre al trabajo, me cambiaba a
la cama de mis padres, y me bañaba en el frescor de sus sábanas: su
cuarto debía estar mejor ventilado, o qué sé yo. Y el sol
resplandecía, a través de la ventana, y había una chica, la más
guapa de la clase, que decía que yo era su novio. Y había una
mañana -irrecuperable- como esa, en que, de repente, descubríamos
que los propietarios se habían marchado (¿a dónde? ¿habían
muerto, o sólo desaparecido?), y despertábamos, como de un sueño,
y nos mirábamos, mirábamos al mundo con nuevos ojos. Nos
abrazábamos, sonreíamos, las lágrimas caían copiosas de nuestros
ojos y nos sentíamos una con el mundo...
Joder,
es un puto sueño. ¿Qué queréis?
Post
data:
El
Arte de la Guerra de Sun Tzu
Sitiar
el reino de Wei para salvar el reino de Zhao.
Atacar
directamente a un enemigo poderoso y unido es una invitación al
desastre. Hay que emplear una confrontación indirecta: concentrar
fuerzas para golpear en el punto más débil del enemigo, aprovechar
sus fallos...
José
Icaria
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