miércoles, 7 de agosto de 2013

LA UNESCO DECLARA EL PEPERUS SOBRECOGEDORENSIS ESPECIE PROTEGIDA




La noticia ha causado una cierta extrañeza, porque no se trata, en este caso, de una especie que vea amenazada su supervivencia; al contrario, si antaño eran las liebres las que podían cruzar la península de árbol en árbol, son ahora los miembros de esta especie los que pueden hacerlo de grúa en grúa (aunque algunas de ellas se oxiden al sol en estos momentos). No se descarta que en esta designación haya habido sobres de por medio: una vez más se imponen las consideraciones de Estado, y naturalmente, el interés turístico.

Se trata de una especie autóctona extremadamente predadora: sus víctimas son arrojadas al paro mientras ven devorados sus derechos sociales y laborales. El Peperus Sobrecogedorensis actúa con gran crueldad e inusual sangre fría (sus comunicados exhalan altas dosis de indiferencia psicopatológica). Por otro lado, resulta tremendamente nocivo para el medio: sus especímenes tienden a destruir totalmente las condiciones de vida del entorno, momento en el que aprovechan para emigrar, con el propósito de “velar por el desarrollo” de la población, a países latinoamericanos o de la antigua Europa del Este.

Su éxito adaptativo se basa en el trabajo en grupo... de otros, puesto que ellos raramente trabajan, dedicándose más concretamente al soborno y la erección de infraestructuras y mausoleos sin objeto alguno, excepto el de lucrarse con las comisiones cobradas a promotores y constructoras. Suelen actuar en simbiosis con los consejos de administración de las Cajas y con banqueros que, a su vez, financian, no siempre legalmente, sus campañas electorales, donde los Peperus se disputan la hegemonía con sus amigos/enemigos naturales, los Socialistus Boyerensis, con quienes mantienen un pacto de alternancia en el poder.

El Peperus Sobrecogedorensis se caracteriza por la bolsa marsupial o marsupio que lleva anexa, y donde guarda los sobres que recoge mientras parasita a otras especies, fruto también de los intercambios que mantiene entre miembros de su propia especie. El Peperus Sobrecogedorensis hipnotiza a sus víctimas con mantras que incitan, primero a la euforia, al endeudamiento y al orgullo patrio -como “España va bien”-, después al remordimiento -como “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”-, y por último, a cantinfleos sin sentido que conducen al aturdimiento de las víctimas -como “La indemnización que se pactó fue una indemnización en diferido… en forma efectivamente de simulación, o de lo que hubiera sido en diferido en partes de una… de lo que antes era una retribución… tenía que tener la retención a la Seguridad Social”.

Son también grandes fetichistas y amantes del pasado, y en su fuero interno, se consideran descendientes de aquellos que un día partieron hacia las indias y regresaron con las riquezas usurpadas a los moradores naturales de aquellos con los que accidentalmente se tropezaron, riquezas que, como dijo Quevedo, fueron en Génova enterradas (y en eso lo son -descendientes, decimos-, nadie puede dudarlo: sólo hay que acudir a su sede). Por lo demás, la historia se repite -de la búsqueda de El Dorado a la cultura del pelotazo- sin apenas solución de continuidad.

En Catalunya se desarrolla una variedad de la especie -y con la que mantienen una relación, en apariencia, ambigua- conocida como Pujolensis Andorranus. Esta especie, algo más evolucionada pero menos numerosa, ha perdido el marsupio, por lo que se ve obligada a efectuar continuos viajes a Andorra con el fruto de sus mangoneos (comisiones a promotores y constructoras, práctica gemela a la de sus congéneres de la meseta y el levante peninsular), a menudo en bolsas de basura, dado que el Pujolensis es un antiguo marsupial mucho más discreto, sin apenas hazañas bélicas que destacar.
 


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