Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
Condenas
de tres años y medio,
Y
ciento cincuenta mil euros,
Por
ser sindicalistas.
Les
acusan de coacciones graves y de un delito
contra
la administración de justicia.
La
sentencia de la Audiencia,
El
Supremo ratifica.
¿Podría
ser de otro modo?
De
rata en rata y de roto en roto,
Las
heces del franquismo dicen Santa Rita.
Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
Les
acusan de hostigar al dueño,
Y
de provocar el cierre, aunque llevaba
Un
año en venta la pastelería.
El
dueño, un capo de Xixón,
en
el gremio de la hostelería,
Interpuso
más de 30 demandas
Contra
las trabajadoras e incluso
contra algunas de las vecinas.
Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
Todo
empieza cuando una trabajadora
a
la que la empresa debe horas
extra
y vacaciones, denuncia,
además,
acoso laboral y sexual.
El
sindicato desplegó acciones
Frente
al local.
Pancartas,
pasquines, megáfono:
Lo
habitual.
Los
sindicatos de clase advierten
De
la línea regresiva que supone
Este
tipo de respuesta judicial
Contra
la acción sindicalista.
Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
La
reacción es por ahora insuficiente:
¿dónde
están las protestas,
Dónde
las huelgas?
Nos
jugamos mucho,
Contra
una posible jurisprudencia
Que
criminaliza la protesta.
“Esa
no es manera de protestar”.
El
supremo recomienda
La
vía extrajudicial: Cemac
Y
resiliencia.
No culpes al sistema:
Hazte
emprendedor,
O
vete a la mierda.
Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
Si
el derecho de huelga
Quedó
ya restringido
Con
los Pactos de la Moncloa,
No
veas si están ahora crecidos
con
la Ley Mordaza,
Que
el gobierno más progresista de la Historia,
Mecachis,
no consigue derogar.
Las
calles son peligrosas,
No
hay como representar al pueblo,
Y
quedarse bien calentito,
En
el Parlamento.
Son
las seis, las seis de La Suiza,
Y
aún duerme la siesta
La
prole sumisa.
Primero
fueron a por los del SAT,
Después
a por los de Altsasu,
Entraron
ya en la cárcel
Las
seis de Zaragoza, y nuestro compañero Abel. En fin,
Tantas
y tantos.
Pero
recuerda por quién doblan las campanas:
Por
cada compañera que entra en prisión,
Hay
un derecho que arde,
Y
el miedo convierte en prisión
Los
cuerpos, las vidas, las calles.
Despierta,
échale ganas,
Que
no hay mejor resiliencia
Que
un buen puñado de piedras.
Son
las seis, las seis de la Suiza.
Los
pobres van a la cárcel
y
los ricos a Andorra y a Suiza.
Son
las seis, las seis de la Suiza
Y
la alarma sonó repetida.
Descarga
y, contra la carga
Del
poli tonto, corea el politono:
Trabajador,
no más sufrir,
el
opresor ha de sucumbir.
Levántate,
pueblo leal,
al
grito de revolución social.
José Icaria - Ateneu Llibertari de Gràcia