Sentimos, ante los altos robots acorazados de la policía
(que también sabemos despedazar,
como un ejército de hormigas a una langosta),
la misma impotencia que siente el burgués
cuando entran y atan, amordazan su familia.
No tiene sentido ahora condenar o no la violencia.
Hubo centenares de despedidos,
y se brindó con champán, por el futuro de la empresa,
en esa misma casa
(que también sabemos despedazar,
como un ejército de hormigas a una langosta),
la misma impotencia que siente el burgués
cuando entran y atan, amordazan su familia.
No tiene sentido ahora condenar o no la violencia.
Hubo centenares de despedidos,
y se brindó con champán, por el futuro de la empresa,
en esa misma casa
@joséicaria
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