Si Roy Batty viviera todavía,
probablemente se parecería
a esa anciana que, tras lavar
el piso y la entrada de su casa,
arroja el contenido del balde
a la calle: ese momento detenido,
como en el estanque de Basho,
y probablemente sonreiría,
irónico, recordando el final
de su icónico monólogo:
«...como lágrimas en la lluvia», mientras
cerraba torpemente el portón.
José Icaria

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